martes, 25 de diciembre de 2012

Sobre El Hijo del Hombre...

Estimado visitante:
Te haz preguntado lo que quiso decir Cristo...


En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no ha aparecido uno más grande que Juan el Bautista. Pero el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él. Mt. 11-11

 Sólo deseo llamar tu atencion en que dice:


                                  es mayor que él.


 No dice será,  dice ES.

Por si no tuviste la curiosidad de leer la liga que puse sobre Cayce, aqui pongo lo que seguía:

III. — BOSCOVICH


Un tema de ciencia ficción: si los relativistas están en lo cierto, si vivimos en un Universo de cuatro dimensiones, y si fuésemos capaces de darnos cuenta de ello, lo que llamamos sentido común saltaría hecho pedazos. Los autores de obras de anticipación se esfuerzan en pensar en términos de espacio-tiempo.
Iguales esfuerzos hacen los fisicomatemáticos, en un plano de investigación más puro y con un lenguaje teórico. Pero el hombre, ¿es capaz de pensar en cuatro dimensiones? Para ello necesitaría estructuras mentales diferentes. ¿Estarán reservadas estas estructuras al hombre de después del hombre, al ser de la próxima mutación? Y este hombre de después del hombre, ¿está ya entre nosotros? Los novelistas de lo imaginario así lo han afirmado. Pero ni Van Vogt, en su hermoso libro fantástico sobre los Slans, ni Sturgeon en su descripción de los Más que húmanos se han atrevido a imaginar un personaje tan fabuloso como Roger Boscovich. ¿Ser mutante? ¿Viajero del Tiempo? ¿Extraterrestre disfrazado con la apariencia del serbio misterioso? Boscovich nació en 1711, en Dubrovnik: al menos esto fue lo que declaró, cuando tenía catorce años, al matricularse como alumno libre en el colegio de los jesuítas de Roma. Allí estudió matemáticas, astronomía y teología. En 1728, al terminar su noviciado, ingresa en la Orden de los jesuitas. En 1736, publicó una comunicación sobre las manchas solares. En 1740, enseña matemáticas en el Collegium Romanum, y después es nombrado consejero científico del Papado. Crea un observatorio, inicia la desecación de las ciénagas pontinas, repara la cúpula de San Pedro, mide el meridiano entre Roma y Rímini, sobre dos grados de latitud.
Después explora diversas regiones de Europa y de Asia y realiza excavaciones en los mismos lugares en que, más tarde, Schliemann descubrirá Troya. El 26 de junio de 1760 es nombrado miembro de la Real Sociedad de Inglaterra, y en tal ocasión publica un largo poema en latín sobre las apariencias visibles del Sol y de la Luna, del que dicen sus contemporáneos: «Es Newton con el verbo de Virgilio.» Le reciben los más grandes eruditos de la época y sostiene una importante correspondencia con el doctor Johnson y con Voltaire en particular. En 1763 le ofrecen la nacionalidad francesa. Asume la dirección del departamento de instrumentos de óptica de la Marina Real, en París, donde vivirá hasta 1783. Lalande le considera el más grande sabio de su tiempo.
D'Alembert y Laplace se asustan de sus ideas avanzadas. En 1785 se retira a Bassano y se consagra a la impresión de sus obras completas. Muere en Milán en 1787.
Muy recientemente, a impulsos del Gobierno yugoslavo, se ha vuelto a examinar la obra de Boscovich, y principalmente su Teoría de la filosofía natural,1 editada en Viena, en 1758. La sorpresa ha sido mayúscula. Alian Lindsay Mackay, al comentar esta obra en un artículo del New Scientist, del 6 de marzo de 1958, estima que se trata de un espíritu del siglo xx que se vio obligado a vivir y a trabajar en el XVIII.
Por lo visto, Boscovich se había anticipado no sólo a la ciencia de su tiempo, sino también a nuestra propia ciencia. Proponía una teoría unitaria del Universo, una ecuación general y única que rige la mecánica, la física, la química, la biología e incluso la psicología. Según su teoría, la materia, el espacio y el tiempo no son divisibles hasta el infinito, sino que están compuestos de puntos: de granos. Esto recuerda los recientes trabajos de Jean Charon y de Heisenberg, a los que Boscovich parece superar. Logra dar cuenta tanto de la luz como del magnetismo, de la electricidad y de todos los fenómenos de la química, conocidos en su tiempo, descubiertos después o por descubrir. En él encontramos los quanta, la mecánica ondulatoria, el átomo constituido por nucleones. El historiador de la ciencia L. L. Whyte asegura que Boscovich lleva al menos doscientos años de adelanto a su época, y que no se le podrá comprender realmente hasta que al fin se logre realizar la unión de la relatividad y la física de los quanta. Se calcula que en 1987, al celebrarse el segundo centenario de su muerte, su obra será probablemente apreciada en su justo valor.
Todavía no se ha pretendido dar ninguna explicación de este caso prodigioso. Actualmente circulan dos ediciones completas de sus obras, una en serbio y otra en inglés. En la correspondencia ya publicada (colección Bestermann) entre Boscovich y Voltaire, encontramos, entre otras ideas modernas:
— La creación de un año geofísico internacional.
— La transmisión del paludismo por los mosquitos.
— Las aplicaciones posibles del caucho (idea puesta en práctica por La Condamine, jesuíta amigo de Bos covich).
— La existencia de planetas alrededor de estrellas distintas a nuestro Sol.
— La imposibilidad de localizar el psiquismo en una región determinada del cuerpo.
— La conservación del «grano de cantidad» de movimiento en el mundo: es la constante de Planck, anun ciada en 1958.
Boscovich atribuye una importancia considerable a la alquimia y da traducciones claras y científicas del lenguaje alquimista. Para él, por ejemplo, los cuatro elementos, Tierra, Agua, Fuego y Aire sólo se distinguen por la disposición particular de las partículas sin masa ni peso que los constituyen, lo que coincide con la investigación de vanguardia sobre la ecuación universal.
Otra cosa no menos alucinante de Boscovich es su estudio sobre los accidentes de la Naturaleza. En él encontramos ya la mecánica estadística del sabio americano Willard Gibbs, propuesta a finales del siglo XIX y no admitida hasta el xx. También descubrimos una explicación moderna de la radiactividad (perfectamente desconocida en el siglo xvii) por una serie de excepciones a las leyes naturales: lo que nosotros llamamos «penetraciones estadísticas en las barreras de potencial».
¿Por qué esta obra extraordinaria no influyó en el pensamiento moderno? Porque los filósofos y sabios alemanes que dominaron en el campo de la investigación hasta la guerra de 1914-1918, eran partidarios de las estructuras continuas, mientras que los conceptos de Boscovich se fundaban esencialmente en la idea de discontinuidad. Porque los estudios en bibliotecas y los trabajos históricos sobre Boscovich, el gran viajero de  obra dispersa, y cuyos orígenes se sitúan en un país continuamente agitado, no pudieron emprenderse sistemáticamente hasta muy tarde. Cuando se haya podido reunir la totalidad de sus escritos, cuando los testimonios de sus contemporáneos hayan sido hallados y clasificados, ¡qué extraña, inquietante y emocionante figura aparecerá ante nosotros!

http://www.yastaa.com/Libros/El%20Retorno%20de%20los%20Brujos/Pauwels%20-%20Bergier%20-%20El%20Retorno%20de%20los%20Brujos.pdf

Link de la imagen:
http://resplandoruniversal.blogspot.mx/2011/01/dios-es-dios-de-metas.html


Dios te bendiga !!


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