Estimado visitante..
Él SI nos escucha !!
¿Qué quiere decir “el silencio de Dios” y
lo que significa en la vida de un creyente hoy?
Autor: Paulo Arieu
Muchas veces nos preguntamos ¿Por qué razón Dios no
nos contesta? ¿Por qué razón se queda callado Dios?
A muchos nos gustaría que Él nos respondiera según
nuestra voluntad y deseos… pero, la forma de actuar de Dios es diferente. El
conoce el pasado, el presente, y el futuro (Heb 13:8). Dios nos responde
aún con el silencio… Debemos estar dispuestos a escucharle y esperar en Él.
“Porque mis pensamientos no son vuestros
pensamientos ni vuestros caminos son mis caminos, dice el Señor. Cuanto son los
cielos mas altos que la tierra, tanto están mis caminos por encima de los
vuestros.” (Is 55:8-9)
“Pues Yo conozco mis designios para con
vosotros, dice el Señor, designios de paz y no desgracia, de daros un porvenir
y una esperanza” (Jer 29:11)
Un hombre debe comprender lo que significa el
divino silencio y rendirse a los caminos del Señor y orar como el Salmista,
“Te amo Señor, mi fortaleza. El Señor es
mi roca, mi fortaleza, mi libertador, mi Dios, mi roca, a quien me acojo; mi
escudo, mi fuerza de salvación, mi asilo” (Sal. 18:1-2)
«Cuenta una antigua leyenda Noruega, acerca de un
hombre llamado Haakon, quien cuidaba una Ermita. A ella acudía la gente a orar
con mucha devoción. En esta ermita había una cruz muy antigua. Muchos acudían
ahí para pedirle a Cristo algún milagro.
Un día el ermitaño Haakon quiso pedirle un favor a
Cristo crucificado, impulsado por un sentimiento generoso. Se arrodilló ante la
cruz y dijo:
- Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu
puesto. Quiero reemplazarte en la cruz
Y se quedo Fijo con la mirada puesta en la Efigie,
como esperando la respuesta.
El Señor abrió sus labios y habló. Sus palabras
cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras:
- Siervo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con
una condición.
-¿Cual, Señor? - pregunto con acento suplicante
Haakon. - ¿Es una condición difícil? Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda,
Señor!, - respondió el viejo ermitaño.
- Escucha: suceda lo que suceda y veas lo que veas,
has de guardarte en silencio siempre.
Haakon contesto:
-¡Os, lo prometo, Señor! - Y se efectuó el cambio.
Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció al
ermitaño, colgado con los clavos en la Cruz y a su vez el Señor ocupaba el
puesto de Haakon. Y este por largo tiempo cumplió el compromiso al pie de la
letra, a nadie dijo nada.
Pero un día, llego un comerciante rico a la ermita;
después de haber orado, dejo allí olvidada su bolsa de dinero. Haakon lo vio y
callo. Tampoco dijo nada cuando un campesino pobre, que vino dos horas después,
encontró la bolsa de oro del comerciante y, al verla sin dueño, se apropio de
ella. Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postro ante el poco después
para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje.
Pero en ese momento volvió a entrar el comerciante
en busca de la bolsa. Al no hallarla, pensó que el muchacho se la había
apropiado. El rico se volvió al joven y le dijo iracundo:
- ¡Dame la bolsa que me has robado!
El joven sorprendido, replicó:
- ¡No he robado ninguna bolsa!.
- No mientas, ¡devuélvemela enseguida!.
- ¡Le repito que no he cogido ninguna bolsa!
Fue la rotunda afirmación del muchacho. El rico
arremetió, furioso contra el. Sonó entonces una voz fuerte: Detente!
El rico miro hacia arriba y vio que la imagen le
hablaba. Haakon, que no pudo permanecer en silencio, y gritó, defendió al
joven, e increpó al rico por la falsa acusación. Este quedo anonadado, y salio
de la Ermita. El joven salio también porque tenía prisa para emprender su
viaje. Cuando la Ermita quedo a solas, Cristo Se dirigió a su siervo y le dijo:
- Baja de la Cruz. No sirves para ocupar mi puesto.
No has sabido guardar silencio.
- Señor, - dijo Haakon - ¿Como iba a permitir esa
injusticia?
Se cambiaron los oficios. Jesús ocupo la Cruz de
nuevo y el ermitaño se quedo ante la Cruz. El Señor, siguió hablando:
- Tú no sabías que al comerciante le convenía
perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven
mujer. El campesino, por el contrario, tenia necesidad de ese dinero e hizo
bien en llevárselo; en cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas
le hubiesen impedido realizar el viaje que para el resultaría fatal. Ahora,
hace unos minutos acaba de zozobrar el barco y él ha perdido la vida. Tú no
sabías nada. Yo si. Por eso escucho las plegarias y calló. Y el Señor
nuevamente guardó silencio.» (1)
Abel B. Veiga Copo, autor de la nota “El silencio
de Dios”, del Jueves 30 de agosto de 2007, escrita en el portal de la fe
católica “RadioEvangelización”, escribe que «Muchas veces nos preguntamos: ¿por
que razón Dios no nos contesta? ¿Por que razón se queda callado Dios ante
nuestras oraciones? Muchos de nosotros quisiéramos que El nos respondiera lo
que deseamos oír pero Dios no es así. Dios nos responde aun con el silencio.
Debemos aprender a escucharlo. Su Divino Silencio, son palabras destinadas a
convencernos de que, El sabe lo que esta haciendo. En su silencio nos dice con
amor: ¡Confiad en mi, que se bien lo que debo hacer! »
Luego Copo sigue diciendo que «No es nuevo
cuestionarse el silencio de Dios, todos y cada uno de los pueblos y creyentes
lo han hecho en alguna ocasión. Pero al lado de la pregunta, suele haber un
escenario de pobreza, de miseria, de humillación y profundo dolor, una soledad
sonora. Y muy pocos, con una fe inquebrantable, son capaces de preguntarse por
ese silencio, esa recriminación humana a lo que no es entendible con ojos y
corazones humanos. El silencio de Dios está presente en toda teología, en todo
estudio, en todo debate, en toda religión.»
Parece que a Copo este interrogante lo atormenta,
pues él dice que esta pregunta «nos acompaña y acompañará hasta el final de los
tiempos. La duda, el abismo, el miedo, el vacío, la oquedad de uno mismo. Y en
el camino el interrogante ¿dónde está Dios?»
Y como él muchos se han hecho la misma pregunta.
Casi seguramente Copo le preguntó muchas veces cosas a Dios y este en
apariencia no le respondió, y la duda le quedó clavada en el corazón. Digo en
apariencia, porque Dios siempre responde: Si, no, espera…
Copo termina su reflexión, diciendo primero que «La
fe es un constante preguntarse, un ir y venir de afirmaciones y dudas, de
preguntas que no tienen respuesta desde la razón. La fe es una llama que espera
y robustece, auxilia y ayuda pero que no todos tienen ni quieren poseer. Pero
fe y beatería, tan pródiga en una España y sociedad macilenta, no casan bien. »
y luego haciéndose la pregunta terrible «¿Dónde está mi fe, dónde está nuestra
fe? » El mismo se responde, diciendo que la fe es «un camino que sólo nosotros
mismos debemos recorrer desde el interior y el conocimiento de nosotros
mismos.» Es como Copo dice, «Dios no está en silencio, pero sin embargo no
somos capaces de escucharle, hace mucho que le hemos arrojado de nuestras
vidas, de nuestros yos, con nuestros ímpetus de supremacía y soberbia. Y tras
cualquier catástrofe humanitaria, guerra, hambruna, muerte, nos preguntamos
dónde está, y por qué. Incluso le culpamos, le crucificamos. Y sin embargo
muchos se resignan, otros se rebelan y el hombre sigue haciendo camino, el
camino de su vida, única e irrepetible, aparentemente solo, pero no lo está aunque
no vea, no crea y niegue.» Que reflexión fuerte sobre el silencio de Dios, como
hace sufrir al ser humano, cuantas personas hoy han abandonado su fe, pues
creyeron que ya Dios no responde. Es terrible el vacío del corazón del hombre,
esa terrible soledad existencia que le lleva a decir, “Dios mió, Dios mío, por
que me abandonaste” (2)
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