miércoles, 26 de diciembre de 2012

Se puede comprar un alma ?

Estimado visitante:
A veces el precio de un alma,
puedes tenerlo al alcance !


( Fragmento de Los Miserables de Victor Hugo.
 Jean Valjean es un expresidiario que ha pasado la noche como huesped en la casa del obispo.
Al irse, por la noche, ha robado los cubiertos de plata ).
....
Cuando ya iban a levantarse de la mesa, golpearon a la puerta.
Adelante -dijo el obispo.
Se abrió con violencia la puerta. Un extraño grupo apareció en el umbral. Tres hombres
traían a otro cogido del cuello. Los tres hombres eran gendarmes. El cuarto era Jean
Valjean. Un cabo que parecía dirigir el grupo se dirigió al obispo haciendo el saludo
militar.
-Monseñor... -dijo.
Al oír esta palabra Jean Valjean, que estaba silencioso y parecía abatido, levantó
estupefacto la cabeza.
-¡Monseñor! -murmuró-. ¡No es el cura!
-Silencio -dijo un gendarme-. Es Su Ilustrísima el señor obispo.
Mientras tanto monseñor Bienvenido se había acercado a ellos.
-¡Ah, habéis regresado! -dijo mirando a Jean Valjean-. Me alegro de veros. Os había
dado también los candeleros, que son de plata, y os pueden valer también doscientos
francos. ¿Por qué no los habéis llevado con vuestros cubiertos?
Jean Valjean abrió los ojos y miró al venerable obispo con una expresión que no podría
pintar ninguna lengua humana.
-Monseñor -dijo el cabo-. ¿Es verdad entonces lo que decía este hombre? Lo
encontramos como si fuera huyendo, y lo hemos detenido. Tenía esos cubiertos...
-¿Y os ha dicho -interrumpió sonriendo el obispo- que se los había dado un hombre, un
sacerdote anciano en cuya casa había pasado la noche? Ya lo veo. Y lo habéis traído acá.
-Entonces -dijo el gendarme-, ¿podemos dejarlo libre?
-Sin duda -dijo el obispo.
Los gendarmes soltaron a Jean Valjean, que retrocedió.
-¿Es verdad que me dejáis? -dijo con voz casi inarticulada, y como si hablase en
sueños.
-Sí; te dejamos, ¿no lo oyes? -dijo el gendarme.
-Amigo mío -dijo el obispo-, tomad vuestros candeleros antes de iros.
Y fue a la chimenea, cogió los dos candelabros de plata, y se los dio. Las dos mujeres lo
miraban sin hablar una palabra, sin hacer un gesto, sin dirigir una mirada que pudiese
distraer al obispo.
Jean Valjean, temblando de pies a cabeza, tomó los candelabros con aire distraído.
Ahora -dijo el obispo-, id en paz. Y a propósito, cuando volváis, amigo mío, es inútil
que paséis por el jardín. Podéis entrar y salir siempre por la puerta de la calle. Está
cerrada sólo con el picaporte noche y día.
Después volviéndose a los gendarmes, les dijo:
-Señores, podéis retiraros.
Los gendarmes abandonaron la casa.
Parecía que Jean Valjean iba a desmayarse.
El obispo se aproximó a él, y le dijo en voz baja:
-No olvidéis nunca que me habéis prometido emplear este dinero en haceros hombre
honrado.
Jean Valjean, que no recordaba haber prometido nada, lo miró alelado. El obispo
continuó con solemnidad:
-Jean Valjean, hermano mío, vos no pertenecéis al mal, sino al bien. Yo compro vuestra
alma; yo la libro de las negras ideas y del espíritu de perdición, y la consagro a Dios.

http://web.sec-coahuila.gob.mx/biblioweb/upload/V%C3%ADctor%20Hugo%20-%20Los%20miserables.pdf

 Link de la imagen:
http://viajealcdc.files.wordpress.com/2012/08/paloma-en-libertad.jpg?w=400

Dios te bendiga !

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