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Le das a Dios...lo suyo ?
15Entonces se fueron los fariseos y consultaron cómo sorprenderle en alguna palabra....
16 Y le enviaron los discípulos de ellos con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres.
17 Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito dar tributo a César, o no?
18 Pero Jesús, conociendo la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas?
19 Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario.
20 Entonces les dijo: ¿De quién es esta imagen, y la inscripción?
21 Le dijeron: De César. Y les dijo: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.
22 Oyendo esto, se maravillaron, y dejándole, se fueron.
La trampa se cierne inicialmente haciendo que Jesús se confíe con halagos, con buenas palabras que muestran la alta estima que se tenía de él, incluso entre sus oponentes. Se le muestra como persona de confianza, veraz y no partidista, sincero y capaz de llamar a las cosas por su propio nombre, cosa que no hacen los miembros del grupo de los que le preguntan. Ante tales presentaciones también se logra que aquellos que están escuchando no piensen nada malo de los fariseos y los herodianos, muy educados y corteses en sus formas. Por otro lado, cómo desconfiar de los jóvenes fariseos, muchachos religiosos con ansias de saber, nunca de atacar a nadie....
No obstante, y por ser los hombres imágenes de Dios, “eikon” suyo (Gn 1,26-27), debemos darle a Él lo que le corresponde también, por el mismo razonamiento. De nuevo se usa el verbo “apodote”, regresar, porque somos criaturas de Dios, aunque libres y autónomas, pero referenciadas siempre a Aquel que nos creó. Jesús respeta la autonomía del poder político, pero al mismo tiempo afirma que las estructuras políticas (representadas en este caso por el emperador romano) no pueden nunca ser divinizadas. La respuesta de Jesús es genial, maravilló a aquellos que le escucharon y que se enfrentaron con él. Reconoce la autonomía del Estado, pero al mismo tiempo proclama su límite: El hombre es sólo de Dios. En primer lugar, Jesús reconoce al poder civil su legítima autonomía, rechazando cualquier sueño teocrático. Dios no es presentado como alternativa al César. Dios está en otro plano muy diverso del emperador romano. Dios es el Señor de la historia, la historia concreta de cada hombre, imagen suya. Al mismo tiempo Jesús enseña que ningún poder político, ningún gobierno, ningún “César” de este mundo, puede constituirse “dios” y “señor del hombre”. La tiranía de los poderes dictatoriales y la injusticia de las estructuras políticas que atentan contra el hombre y se erigen en amos de la historia, señores a los que rendir pleitesía, pretenden ocupar el lugar de Dios y usurpar su soberanía sobre el hombre. Hay que dar a Dios, sólo a Dios, lo que es de Dios.
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